A montar los globos puede ayudar todo el mundo (siempre guiados por los pilotos), una vez medio lleno con el aire de potentes ventiladores, las llamas de los quemadores rompen el silencio de la mañana y empiezan a elevar la lona. Es el momento: todo el mundo a subir a los globos, radios, altímetro, GPS, brújula, mapas, etc. Una vez esta todo en el globo, despegamos. Después del momento de excitación llega la calma. Metro a metro nos elevamos suavemente y empezamos a contemplar el paisaje, pronto veremos Cabrera, quizás Menorca cuando lleguemos a los 300 ó 500 metros. En el globo no hace frío ya que volamos dentro del viento con el viento y no lo notamos. El silencio y la sensación de libertad son únicos, pueblos, fincas y montañas quedan a nuestros pies. El tiempo de vuelo pasa volando, pero los recuerdos quedan para siempre grabados en nuestro corazón y nuestras pupilas brillan al son de los rayos del sol. Una vez en tierra celebramos el tradicional bautizo del aire con correspondiente certificado de vuelo.